Ya se sabe que en la Catalunya dels sentiments no hay semana sin lagrimilla y esta vez ha
sido el turno del televisivo Jordi Évole con el artículo que ha publicado en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA. En sus sentidas
líneas, Jordi, que de silencioso tiene poco, alude a la “mayoría silenciosa” de
la que supuestamente se quiere apropiar Soraya
Sáenz de Santamaría para explicarnos que él es uno de los que no fue a la
cadena, aunque no sabe muy bien por qué (con lo bonita
que era).
Al margen de la emotividad de la columna, lo primero que llama la atención es que,
estando como está harto de “extremismos” de uno y de otro lado (parece ser que
intentar garantizar la enseñanza del castellano en Cataluña está en el sensible corazón de
Évole al nivel del “l’Espanya subsidiada viu a costa de la Catalunya productiva”),
la carta vaya dirigida solo a la vicepresidenta del Gobierno, a quien
difícilmente alguien podría encuadrar en ningún radicalismo, y no a los
promotores de esta Cataluña ultranacionalista y al límite de la convivencia
pacífica. Esa Cataluña donde, efectivamente, la senyera ha dejado de tener el valor que le corresponde para ceder la
“representatividad” a una omnipresente estelada, que milagrosamente se aparece
hasta en los canelones como si de una cara de Bélmez se tratara. Jordi está tan hastiado como el que más del
nacionalismo catalán, pero, qué cosas, carga solo contra el PP.
Su paradójica actitud, sin embargo, no
sorprende del todo, porque es el exponente de algo que arranca con el famoso
“ustedes que pueden, dialoguen” de Gemma
Nierga y alcanza su máxima expresión en el Tripartito al que tanto amó La
Sexta. Algo que tras la equidistancia y un supuesto centrismo esconde la triste
realidad de que el odio al PP por parte de cierta izquierda catalana es incluso
superior al odio que los nacionalistas sienten por España. Se trata de dos
odios paralelos y a la vez indisociables que explican cómo se ha podido llegar
a la situación de hegemonía cultural nacionalista de la actualidad y que un importante
sector de la sociedad y del star system catalanes no nacionalistas casi nunca se haya lanzado directamente contra el
nacionalismo: a CiU y a ERC se los critica, pero bajito, no sea que te
confundan con uno del PP o de Ciutadans. Sirva como ejemplo el propio programa
‘Salvados’, donde el enfant terrible
de la televisión ha arremetido contra todo y hurgado en todas las cloacas, desde los
bancos hasta los partidos políticos, pasando por los supermercados, pero no ha
dedicado un segundo a investigar cómo se sufraga la independencia a través de
asociaciones financiadas por administraciones que a duras penas pueden
mantener sus servicios sociales o pagar a sus trabajadores. Gran ayuda a la
izquierda y a la ‘justicia social’ el silencio del amigo Jordi.
Que las últimas elecciones hayan acreditado
inequívocamente que Cataluña está superando ese discurso (solo hace
falta analizar los resultados y la evolución en el espacio de la izquierda no
nacionalista que ha tenido Ciutadans) no ha acabado con esa anomalía, que Jordi
Évole, Risto Mejide, Jorge Javier Vázquez o Julia Otero se empeñan en mantener sin sospechar siquiera que a quien le intentan hacer el boca a boca es ya un
cadáver, y en estado de putrefacción. Évole y compañía insisten en que hay que
votar y que la culpa es de España, cuando la sociedad catalana no nacionalista
es cada vez más consciente de que un referéndum es seguir el juego al
independentismo (que lo reclama para Cataluña sobre la base de la “voluntad”,
pero lo negaría sin pestañear para cualquier territorio o provincia dentro de
sus fronteras si alguno de ellos no quisiera sumarse a toda esta locura
colectiva) y precisamente por eso, poco a poco pero de forma implacable, ha
ido dando la espalda a quienes han dicho defender España mientras favorecían
sin disimulo las pretensiones de los nacionalistas.